"Los medios de comunicación son la entidad más poderosa de la Tierra. Ellos tienen el poder de hacer culpable al inocente e inocente al culpable y éste es el poder. Porque ellos controlan la mente de las masas." (Malcolm X)

viernes, 1 de mayo de 2015

El cuendú

Los alumnos y las alumnas de Primer año escribieron cuentos a partir de la lectura del relato "El monstruo" de Horacio Quiroga, teniendo en cuenta la siguiente consigna:

"Elija UN tema y escriba una redacción de 200 palabras aproximadamente.
1. Imagine un animal fantástico y relate la historia de su relación con un personaje humano. No olvide describirlo minuciosamente tanto en sus características físicas como en las de su comportamiento.
2. Continúe la historia del cuendú en el zoológico de Buenos Aires."

Todos estuvieron muy bien y fueron muy creativos. Entre todos, elegimos esta vez el de Donato Battista que tomó la primera opción y el de Joaquín Pardi que eligió la segunda. Próximamente, publicaremos ilustraciones que harán sus compañeros teniendo en cuenta los relatos.
Que los disfruten:

Mi amigo "Coco"
por Donato Battista
En el bosque de Irlanda existía un monstruo de aspecto salvaje y desagradable. Su cabeza era enorme, con rulos de metal, dos ojos terriblemente grandes, un pequeño hocico y una boca ancha con dientes afilados.
Su cuerpo cubierto de escamas era del tamaño de una puerta y se apoyaba en dos patas de gran tamaño.
Estábamos pasando un día de campo con mi familia cuando escuchamos un rugido aterrador que venía desde atrás de la arboleda y allí apareció. Al principio nos asustamos, pero como no nos hacía nada, nos tranquilizamos. Aquella bestia salvaje estaba buscando refugio y comida. Yo extendí mi mano para acercarle un pedazo de torta y una botella con agua. Me sorprendí al ver cómo me sonreía y emitía sonidos de agradecimiento. En ese momento supe que solo su aspecto daba miedo, pero sin embargo era una criatura inofensiva y sensible.
Coco, ilustración realizada por Joaquín Pardi
Cuando anocheció fue momento de regresar a casa. Me daba mucha pena dejar a "Coco", ya que así lo había bautizado. Le prometí que en cuanto mi familia se durmiera, lo iría a buscar. Y así lo hice. A medianoche, volví al lugar pero ya no estaba y en ese instante pensé que se había ido a dormir, por lo cual fui a buscar mi linterna y empecé a recorrer el lugar.
Un rato después, lo encontré, le tendí mi mano y él me alzó. Así llegamos a mi casa. le mostré el galpón donde iba a vivir, que había preparado con un colchón, una fuente para la comida y un balde con agua. De tan contento y agradecido que estaba, Coco me dio un abrazo y me quedé a dormir con él. 

El Cuendú en el zoológico
por Joaquín Pardi

     Una vez instalado mi cuendú en el zoológico, fue ubicado en un ambiente más acorde con su hábitat. Me puse feliz, sabía que sufriría menos su estado de domesticidad. Iba a visitarlo seguidamente, y sé que él sabía que yo estaba cerca.  Lo asombroso era con qué facilidad parecía adaptarse a ese nuevo lugar, aunque seguía manteniendo esa actitud de penitencia.
    Un día, Onelli me comentó unos cambios que habían sucedido en mi extraña criatura; cuando yo iba a visitarlo, estaba manso y tranquilo, y cuando no, comenzaba a lanzar sus púas de forma incontrolable. Era preocupante, ya que no sólo mostraba un cambio de ánimo sino que se convertía en una amenaza letal. Entonces me pregunté si sería ésa su forma de hacerme entender que yo era la única persona con la que quería estar.
El cuendú en el zoológico, ilustración
realizada por Agustín Chaves
   Decidí no verlo por un tiempo, pero me mantuve en contacto con Onelli. La situación era cada vez peor. Había sucedido lo inevitable: sus púas volaban descontroladamente  y podían herir a personas y a animales. Esto haría que tarde o temprano se lo llevaran de ahí.
    Quizás yo fuera la única persona que podía controlarlo... Volví y, al verme, sentí en su mirada otra vez esa dulzura que me había conmovido, lentamente me acerqué y él tomó mi mano. Llevó mis dedos a su boca, se lo veía tranquilo, seguro.  Todo parecía tener sentido. Los dos nos conectábamos.
 De repente, sentí un inmenso dolor en mi pecho, cuando logré ver una de sus enormes púas clavada en mi piel. Sentí que moría, pero algo sucedió: me fui de a poco transformando en un cuendú, y entendí que eso era todo lo que quería de mí ese animal monstruoso en el que yo ahora me había convertido.
   

2 comentarios:

  1. Profe ya publique la carta de lectores
    Tomás

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    1. Buenísimo, pero tratá de comentar siempre en la última entrada del blog para que sea más accesible para los demás

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